domingo, 26 de septiembre de 2010

UN BEBÉ COMERCIAL

La revista “ABC del Bebé” está dedicada al buen cuidado y la educación temprana de niños hasta, tal vez, los dos o tres años. La foto que ilustra este documento es tomada de su portada de anuncio en la versión internet del periódico El Tiempo de fecha 21 de septiembre. El tema principal del número es la recuperación “púbica” de la madre en el post-parto. Me da la impresión de que la revista, con los años, ha ido desplazando su atención cada vez más hacia la intimidad de las supuestas madres, quienes quedan representadas simplemente con modelos, sean éstas madres o no.

Lentamente, los bebés han ido perdiendo la batalla mediática, y cada vez más sus fotografías en la misma revista buscan ángulos y partes de sus cuerpos cuya principal idea es hacerlos competitivos con las modelos de turno. Esta batalla perdida, por absorción dentro del mismo proceso mediático, se debe posiblemente a que en últimas todos sospechamos la dureza que está detrás del proceso parental como un todo. Esa realidad no se presta para un producto fácilmente vendible.

Este acompañamiento erótico alcanza a revistas, y a otros medios impresos similares, cuyos temas declarados aparentemente tienen “nada qué ver”. El ejemplo que menciono en esta entrada es una ilustración que encontré cuya técnica comercial pertenece a la modalidad de enfocar una “presa” anatómica particular, a diferencia de tomas en las cuales se capta gran parte o la totalidad del cuerpo.Esas modalidades de mercadeo provienen del mundo de la industria cárnica.

Para los productores avícolas, por ejemplo, es una estrategia estandarizada partir los pollos en partes reconocibles por los compradores. Por supuesto, la estrategia complementaria sería la colocación del animal completo (de su cadáver, más bien). En este último caso, la razón de esa estrategia dual busca, como en todo negocio, maximizar el ingreso al menor costo posible, y mantenerse a la altura de la competencia. De esa observación, pareciera que las razones son similares en el uso comercial de lo erótico.

Por supuesto, la principal diferencia entre el comercio a través de lo erótico y el de carnes animales en general, es que el vehículo del primero todavía está vivo. Ese hecho tiene algunos inconvenientes, porque mucha de la cultura humana, en sus diferentes versiones, plantea alguna resistencia a la exhibición erótica que no esté cuidadosamente reglamentada.

Como es hoy de lugar común en el mundo occidentalizado, la mejor manera de contrarrestar los posibles efectos adversos al comercio resultantes de esas venas culturales es arropando todo el proceso de comercialización bajo el manto de algún otro valor cultural. En el caso específico del comercio basado en lo erótico, ese valor resulta ser el “arte”.

El arte tiene raíces profundas –tal vez biológicas- dentro de la totalidad de las culturas humanas, y es por consiguiente un buen escudo. Por otra parte, el vocablo evoca un número cuasi-infinito de connotaciones, y es por consiguiente, desde el punto de vista comercial, una verdadera mina.

Esa gigantesca fungibilidad de la noción de arte lleva a otro valor primario en la modernidad: la libertad de expresión. Durante los últimos dos siglos, ésta se ha constituido en un valor tan preciado en Occidente, que muchos ciudadanos del mundo la quieren poner casi a la par con el derecho a la vida. La interacción entre ese sentir tan poderoso y los cálculos típicos del mundo comercial son –me parece- un verdadero pantano, tanto desde el punto de vista de cualquier construcción ética, como desde el de la simple lógica. A este aspecto dedicaré mi próxima crónica.

sábado, 18 de septiembre de 2010

La encrucijada del petróleo (1)

Desde hace algunos años sigo las noticias del mundo del petróleo. Desde el punto de vista de la mayoría de los ciudadanos comunes de cualquier nación, el petróleo es simplemente algo que está "ahí". Las veces que éstos vienen a la conciencia, el petróleo y sus derivados evocan memorias de malos olores y sustancias que son con frecuencia de manejo peligroso. De otro modo, su presencia es tan silenciosa, que eso es casi lo único que delata su extrema importancia.
Con esta entrada inicio una serie en la cual discutiré algunos hechos bien establecidos acerca de la importancia del petróleo en el mundo actual, y las señales que están enviando algunos de los hechos más recientes. Esta discusión viene entremezclada, por supuesto, con mis reflexiones al respecto. Esas reflexiones, sin embargo, tienen como eje el número creciente de advertencias, provenientes desde toda clase de estamentos, acerca de los problemas que está planteando el cada vez más difícil acceso al petróleo que queda. Esas adevertencias llegan desde agencias de varios gobiernos: de Estados Unidos, del Reino Unido, de Alemania. Entre las agencias estatales que hablan del tema de manera (ligeramente) visible, es notorio que a veces son los ministerios de defensa nacional. También, las señales de alarma vienen desde agencias internacionales, como por ejemplo la IEA, órgano de planeación energética para los países de la OECD. Entidades privadas, sobre todo, pero no únicamente, casas de inversiones bursátiles y compañías de seguros. También he encontrado una buena dosis de esas advertencias y temores manifiestos, en artículos de tipo académico publicados en revistas especializadas de difusión internacional. Por último, existen numerosos blogs dedicados a este tema y temas afines, algunos de los cuales son suficientemente influyentes que sus entradas encuentran ripostas ocasionales desde agencias oficiales. En mi caso, me apoyo mucho en theoildrum.com.

¿En dónde se encuentra la frontera entre el alarmismo y la precaución? Para mí esta es una pregunta importante, la cual aproximaré desde distinots ángulos. El alarmismo puede conducir a la parálisis o a la incredulidad, mientras que la precaución, cuando se la toma en serio, puede ser bastante costosa. Claro que, ahora me acuerdo, la precaución que se limita al expediente de "darse por enterado", sin más, puede resultar - y ha resultado - catastróficamente costosa en todos los sentidos.

Los elementos de la narración que desarrollaré en varias entregas son una mezcla de excitación y entusiasmo por el descubrimiento, ingenio, optimismo, ingenuidad, verdades a medias (y mediáticas), avaricia, miedo, guerra, fiasco, desengaño, y ocasionalmente escándalo.

En los últimos años, vale la pena añadir, he sentido una opacidad cada vez más espesa desde los gobiernos centrales (léase EEUU, Japón y la EU)que tienen más en juego vis-à-vis este problema. Eso me parece, aun más que otras noticias que leo, lo verdaderamente preocupante.

sábado, 4 de septiembre de 2010

La ira como señal

Este blog es sólo un espacio en el cual dejo registro de mis pensamientos acerca de cosas que veo y oigo en los medios de comunicación de masas, en la calle, entre mis colegas, etc. A veces, son solo cosas que se me ocurren sin una aparente motivación consciente. Sin embargo, como les digo a mis estudiantes en el curso de Finanzas en la Historia, “nada sale de la nada”. Esa cita de Hamlet la uso sin el beneficio de acogerme al contexto que Shakespeare (tal vez) pretendió otorgarle.

Llevo ya tres o cuatro años rondando un tema en el cual no me considero en lo más mínimo original, sino que más bien sirvo de caja de resonancia del estado de ánimo de otros, sobre todo dentro del mundo anglosajón. Es todo lo relacionado con un aparente retroceso general que parece comprometer a la cultura y la civilización occidental. Tal vez otra cosa sea el proceso en partes de Asia, en particular China. Pero, desde las percepciones e intuiciones de alguien desconfiado de la naturaleza humana, como es quien escribe, los síntomas de ese proceso, que prefiero llamar de forma benévola uno de “contracción”, han ido agravándose durante las últimas tres décadas.
A mi parecer, el primer retroceso ocurre en el espíritu de aquellos que van pendiente abajo. Luego, ese estado de movimiento interior se va retratando con fuerza cada vez mayor en sus condiciones materiales, sus relaciones intergrupales e interpersonales, y en general en su entorno. El retroceso de lo que llamo espíritu se puede apreciar en estados de ánimo que son cada vez más fáciles de encontrar entre los individuos que componen el grupo: ansiedad más frecuente, mayor consumo de fármacos – por ejemplo Prozac – para lograr “sentirse bien”. Me llama mucho la atención la presencia itinerante de la ira, la cual hoy viene bien acompañada con racionalizaciones, todas aparentemente válidas o legítimas para quienes la sienten. Ira hacia los actos de otros grupos, entiéndase sobre todo otros grupos raciales o étnicos, ira hacia el estado- no simplemente hacia un gobierno particular. Ira patológica, de la que estalla en algunos y deja una secuela de muertes, por lo general incluyendo la propia. Ira reprimida en quienes están supuestos a brindarnos protección, porque al fin y al cabo, son tan humanos como el resto.
El problema con ser tan humanos como el resto tiene mayores consecuencias si uno actúa con el aval del estado. Así, acciones que surgen desde un estado muy personal quedan legitimadas y protegidas por ese estado. Hace poco leí en el New York Times uno de esos episodios que usualmente asociaría con películas de categoría C. Dos inviduos se pelean entre sí en una acera congestionada de un barrio popular, creo que en Brooklin. Ambos son de ascendencia latina. De repente, en medio del calor y el odio, uno de ellos saca de algún lado un arma de fuego y le propina cinco balazos al otro, así dándole muerte. En medio del conflicto, antes de su final, la policía (NYPD) llega al lugar de los hechos y, al escuchar los disparos, los miembros del cuerpo policial allí presentes echan mano de sus armas de reglamento y empiezan a disparar en la dirección general del asesino. Éste reacciona devolviendo el fuego, y recibe del orden de cinco o seis impactos, sin que esa experiencia le cause la muerte. Hasta donde sé, aun vive, bajo arresto evidentemente, en cuidados intensivos en algún hospital de la ciudad de Nueva York. Lo que me pareció interesante fue lo que determinaron los investigadores forenses: sin contar los cinco balazos que terminaron con la vida de la víctima en la pelea, el encuentro con la NYPD produjo un total de 50 disparos. Los forenses determinaron que de todos esos, 46 salieron de las armas de los policías. Ya mencioné que cinco o seis acertaron en el blanco, sin embargo, el resto de la descarga fue a dar a muchas partes. Hubo otros cuatro heridos entre los transeúntes, y uno más que resultó ser otro policía que andaba en ropas de civil. El chaleco protector que llevaba debajo de la camisa impidió que formase parte de la lista de muertos. Uno de los transeúntes atrapado en la balacera recibió un balazo en la pierna mientras corría atravesando una calle, y en el momento en que recibió el impacto y caía al piso, se le acercó uno de los policías, quien lo encañonaba gritándole “¡no se mueva!”. Los forenses determinaron que todos los heridos los produjeron disparos de armas de la policía.
Creo que no tiene mayor interés criticar lo que parece ser el pobre entrenamiento en simple práctica de tiro que este incidente refleja. En vista de los datos que tengo, y que aquí dejo a juicio del lector, queda la hipótesis abierta de que muchos de los disparos fueron hechos esencialmente al azar. Es decir, el principal motor de acción de los agentes individuales pudo ubicarse en algún punto en el continuo entre la ira y el simple miedo, o sentimientos relacionados. La explicación del mal entrenamiento en tiro al blanco requeriría de un comportamiento mucho más racional de lo que revela este episodio.
La relación que guarda esta anécdota con mi línea de pensamiento de dos párrafos atrás es que no creo que el miedo o ira de los NYPDs sea un asunto de exclusividad de su gremio. Creo que el episodio es una muestra fiel, tanto como eso es posible, del estado espiritual de esta parte del mundo.
El ejemplo que pongo para ilustrar la presencia del miedo y de la ira podría encontrar similares en prácticamente todas las culturas. El problema es que en culturas no occidentales esos sentimientos no han sido en la historia de esos pueblos el objeto de una represión tan fuerte como en Occidente. Mucho del sentido de apropiación que tienen algunos grupos poblacionales caucásicos sobre una superioridad de su civilización se basa en la supresión de sentimientos relacionados con esos, y otros, impulsos “primarios”. Si surgen evidencias cada vez más numerosas y frecuentes de que ese ya no es el caso, entonces puedo plantear la hipótesis, siempre sujeta a debate, de que el estado de la cultura que inspiraron entró en una etapa de deterioro.
En el catecismo de la Iglesia Católica se enseña que existen siete grandes pecados, los llamados Pecados Capitales. La ira es uno de ellos, y como pretendo demostrar, su ascenso es una señal de deterioro espiritual de un grupo. Así por igual son señales de declive el ascenso en la vida cotidiana de todos los demás pecados de esa lista. Acerca del ascenso de la gula y de la lujuria creo que no hay necesidad de mayor debate, excepto procedente de aquellos que ya disfrutan de ese como su entorno natural. Sin embargo, creo que la más destructiva es la ascensión de la soberbia.