La revista “ABC del Bebé” está dedicada al buen cuidado y la educación temprana de niños hasta, tal vez, los dos o tres años. La foto que ilustra este documento es tomada de su portada de anuncio en la versión internet del periódico El Tiempo de fecha 21 de septiembre. El tema principal del número es la recuperación “púbica” de la madre en el post-parto. Me da la impresión de que la revista, con los años, ha ido desplazando su atención cada vez más hacia la intimidad de las supuestas madres, quienes quedan representadas simplemente con modelos, sean éstas madres o no.
Lentamente, los bebés han ido perdiendo la batalla mediática, y cada vez más sus fotografías en la misma revista buscan ángulos y partes de sus cuerpos cuya principal idea es hacerlos competitivos con las modelos de turno. Esta batalla perdida, por absorción dentro del mismo proceso mediático, se debe posiblemente a que en últimas todos sospechamos la dureza que está detrás del proceso parental como un todo. Esa realidad no se presta para un producto fácilmente vendible.
Este acompañamiento erótico alcanza a revistas, y a otros medios impresos similares, cuyos temas declarados aparentemente tienen “nada qué ver”. El ejemplo que menciono en esta entrada es una ilustración que encontré cuya técnica comercial pertenece a la modalidad de enfocar una “presa” anatómica particular, a diferencia de tomas en las cuales se capta gran parte o la totalidad del cuerpo.Esas modalidades de mercadeo provienen del mundo de la industria cárnica.
Para los productores avícolas, por ejemplo, es una estrategia estandarizada partir los pollos en partes reconocibles por los compradores. Por supuesto, la estrategia complementaria sería la colocación del animal completo (de su cadáver, más bien). En este último caso, la razón de esa estrategia dual busca, como en todo negocio, maximizar el ingreso al menor costo posible, y mantenerse a la altura de la competencia. De esa observación, pareciera que las razones son similares en el uso comercial de lo erótico.
Por supuesto, la principal diferencia entre el comercio a través de lo erótico y el de carnes animales en general, es que el vehículo del primero todavía está vivo. Ese hecho tiene algunos inconvenientes, porque mucha de la cultura humana, en sus diferentes versiones, plantea alguna resistencia a la exhibición erótica que no esté cuidadosamente reglamentada.
Como es hoy de lugar común en el mundo occidentalizado, la mejor manera de contrarrestar los posibles efectos adversos al comercio resultantes de esas venas culturales es arropando todo el proceso de comercialización bajo el manto de algún otro valor cultural. En el caso específico del comercio basado en lo erótico, ese valor resulta ser el “arte”.
El arte tiene raíces profundas –tal vez biológicas- dentro de la totalidad de las culturas humanas, y es por consiguiente un buen escudo. Por otra parte, el vocablo evoca un número cuasi-infinito de connotaciones, y es por consiguiente, desde el punto de vista comercial, una verdadera mina.
Esa gigantesca fungibilidad de la noción de arte lleva a otro valor primario en la modernidad: la libertad de expresión. Durante los últimos dos siglos, ésta se ha constituido en un valor tan preciado en Occidente, que muchos ciudadanos del mundo la quieren poner casi a la par con el derecho a la vida. La interacción entre ese sentir tan poderoso y los cálculos típicos del mundo comercial son –me parece- un verdadero pantano, tanto desde el punto de vista de cualquier construcción ética, como desde el de la simple lógica. A este aspecto dedicaré mi próxima crónica.
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